|
|
MEDICINALES
El uso de las plantas para aliviar dolores y sanar enfermedades
es tan antiguo como el hombre. Al principio era totalmente
intuitivo, pero los conocimientos fueron acumulándose y
transmitiéndose de forma oral entre los hechiceros y brujos,
quienes diagnosticaban las enfermedades y suministraban los
remedios elaborados a partir de las plantas que ellos mismos
habían recolectado.
Los primeros textos que hablan del uso de las plantas
medicinales tienen una antigüedad de 3.000 ó 4.000 años. En
ellos se hace referencia a las virtudes de plantas y a su uso en
la antigua Mesopotamia, China y Egipto. En Europa, es a partir
de la Edad Media y sobre todo del Renacimiento cuando empiezan a
difundirse los conocimientos sobre el papel terapéutico de las
plantas. Aparecen diversas publicaciones a lo largo del siglo
XVI y se crean cátedras de Herbes en las Facultades de Medicina.
Para permitir la explicación de las clases prácticas en los
estudios sobre plantas medicinales se crearon los primeros
huertos y jardines de simples, el primero de los cuales fue el
de Pisa, fundado en 1543. La Universidad de Valencia creó la
cátedra de Herbes en 1567 que fue ocupada por Joan Plaça, a
quién se encargó la instalación de un huerto de plantas
medicinales, antecesor del actual Jardín Botánico.
Las plantas medicinales no son en la actualidad el elemento
fundamental del Jardín Botánico, pero en él se ha reservado una
zona para su cultivo y exhibición, en el extremo norte, a la
izquierda del umbráculo. El cuadro de plantación está tratado
como el patio de los conventos medievales, lugares en los que a
lo largo de toda la Edad Media hubo huertos de simples y donde
se conservó y aumentó el conocimiento sobre las propiedades de
las plantas. Esta ambientación quiere situar al visitante en el
ambiente de tranquilidad, recogimiento y misterios que rodeaba
en aquella época al uso las plantas medicinales. En el huerto y
en la botica sólo entraban los iniciados. Está separado del
resto del Jardín por un seto elevado de durillo (Viburnum
tinus) que impide la visión desde el exterior y aísla la
colección y a sus visitantes de la actividad del Jardín. Sólo se
puede acceder por un punto, salvando una cancela de madera. El
cuadro tiene dos ejes principales en forma de cruz, en cuyo
centro se sitúa, como en los claustros conventuales, un pozo que
sirve como punto de referencia. Los pasillos están cubiertos con
losas de rodeno, entre las cuales crecen plantas tapizantes. Las
tablas de plantación tienen un trazado simétrico y en ellas se
disponen las plantas en manchas homogéneas agrupadas en función
de la tradición de su uso y las condiciones de sol y sombra que
requieren para prosperar. En el extremo de los pasillos se han
dispuestos unos bancos de piedra caliza que animan al reposo y
la meditación.
En la colección de plantas medicinales se presta especial
atención a la etnobotánica valenciana, a ella se dedica gran
parte de los cuadros de plantación. Hay plantas tranquilizantes
como la valeriana roja (Centranthus ruber) o la valeriana
común (Valeriana officinalis), otras son desinfectantes,
como la salvia (Salvia officinalis), el romero (Rosmarinus
officinalis), el tomillo (Thymus vulgaris) o el
espliego (Lavandula latifolia), estomacales, como el
poleo (Micromeria fruticosa) o la manzanilla borde (Santolina
chamaecyparissus).
También se cultivan plantas de gran tradición en la medicina
popular de otros territorios. Así podemos encontrar el acanto (Acanthus
mollis), sínfito (Symphytum officinale), ricino (Ricinus
communis), etc.
Al final, hay dos tablas dedicadas a las plantas venenosas,
algunas también usadas en fitoterapia. Allí se encuentran
plantas autóctonas de nuestros bosques como la belladona (Atropa
belladona), el durillo (Viburnum tinus), adelfa (Nerium
oleander), madreselva (Lonicera implexa), helecho
común (Pteridium aquilinum) y, entre ellas, la hiedra
venenosa (Rhus toxicodendrum), que cubre grandes
extensiones en los bosques de Norteamérica.
INDUSTRIALES
El hombre ha utilizado desde siempre las plantas para
alimentarse, vestirse, condimentar los alimentos, calentarlos y
dar calor a su hogar. Con el desarrollo de la agricultura la
humanidad aprendió a cultivar y poco a poco fue seleccionado las
variedades de las plantas que resultaban más productivas, más
resistentes o de ciclo más corto. En la actualidad, con las
modernas tecnologías, ha continuado la domesticación y la mejora
de los aspectos útiles las plantas.
De las casi 250.000 especies de plantas superiores que viven
sobre la Tierra, sólo son usadas por el hombre algunos cientos y
de forma intensiva sólo se cultivan unas decenas.
A escala mundial, en la alimentación humana el 88% de las
calorías y el 90% de las proteínas proceden directamente de los
vegetales. Los cereales son, sin duda, el grupo de plantas de
mayor importancia en la alimentación mundial, como
suministradores de hidratos de carbono. Las leguminosas también
tienen gran importancia, por su aporte de proteínas a la dieta
humana. Tanto los cereales como las legumbres pueden consumirse
sin apenas trasformación. Sin embargo, otras plantas precisan de
importantes procesos industriales antes de extraer de ellas los
productos útiles para el consumo, es el caso de la caña de
azúcar (Saccharum officinarum) o la remolacha azucarera (Beta
vulgaris var. rapa), y de las especies oleaginosas,
girasol (Helianthus annuus), cacahuete (Arachis
hypogaea), soja (Glycine max) y olivo (Olea
europaea).
El lino (Linum usitatissimum) o el algodón (Gossypium
herbaceum) se cultivan para extraer fibras vegetales que se
utilizan en los tejidos, y la pita (Agave americana) o el cáñamo
(Cannabis sativa) para hacer hilos y cuerdas.
A partir del extracto de algunas plantas se fabrican bebidas
refrescantes, la horchata, de la chufa (Cyperus esculentus)
y el mosto de la uva (Vitis vinifera), o alcohólicas, el
vino de la uva y la cerveza de la cebada (Hordeum vulgare).
Hay plantas tintóreas, aromáticas, bioenergéticas, estimulantes
y, en general, gran parte de las necesidades del hombre pueden
ser satisfechas con productos vegetales.
En el Jardín Botánico a lo largo del siglo XIX se hicieron
ensayos de aclimatación de plantas, al tiempo que se impartían
las clases de la cátedra de Agricultura, y para ello se crearon
colecciones de plantas útiles. El jardín del siglo XXI también
tiene su lugar para las plantas de mayor importancia en la
economía mundial y necesarias para la subsistencia del hombre.
Está situado entre la unidad didáctica y el invernadero tropical
y tiene un diseño sencillo, con diez tablas de cultivo de forma
rectangular. En cada una de ellas se cultiva una especie de
interés y los cultivos se van sucediendo a lo largo de las
estaciones. Por ello la colección es cambiante, pero siempre se
podrá encontrar en ella cereales, cebada, trigo (Triticum
aestivum), centeno (Secale cereale), maíz (Zea
mays), avena (Avena sativa); leguminosas, garbanzos (Cicer
arietinum), lentejas (Lens esculenta); u oleaginosas,
soja, girasol, cacahuete, junto con otros cultivos de menor
importancia como los de plantas textiles, algodón o lino, el
tabaco (Nicotiana tabacum), la chufa, la caña de azúcar o
la remolacha azucarera. El visitante habitual podrá seguir el
desarrollo del ciclo de crecimiento de cada uno de estos
cultivos y ver la cosecha final, cuya recolección se hace de
manera tradicional.
FRUTALES
La colección de árboles frutales dedica una especial atención a
los que tradicionalmente se han cultivado en Valencia, tanto en
las tierras de huerta, como en las del interior y cuya presencia
resultará familiar a muchos visitantes. La mayoría de son de la
familia de las rosáceas, entre los cuales están los frutos
carnosos de la manzana (Malus domestica), pera (Pyrus
communis), melocotón (Prunus persica), ciruela (Prunus
insititia), y los secos de las diversas variedades de
almendra (Prunus dulcis). Son árboles típicamente de
secano, aunque en algunas épocas también fueron cultivados en
las huertas.
Junto a ellos se muestran otros frutales cultivados en menor
escala, junto a masías y alquerías, para completar, con sus
sabrosos frutos, la dieta de la población, son los granados (Punica
granatum), higueras (Ficus carica) y azofaifos (Ziziphus
jujuba). Algunos, como el madroño (Arbutus unedo),
forman parte de los bosques mediterráneos y los frutos eran
recolectados en las poblaciones naturales.
Los frutales exóticos completan la colección, kiwi (Actinidia
chinensis), mango (Mangifera indica), pistacho (Pistacia
vera), árbol del tomate (Cyphomandra betacea),
guayaba (Psidium guajava), lichi (Litchi chinensis),
nashi (Pyrus serotina), etc., cada vez más frecuentes en
los mercados, pero poco cultivados en nuestro territorio.
CÍTRICOS
Los cítricos tienen una gran importancia económica y social en
el territorio valenciano, por ello no podía faltar entre las
colecciones del Jardín Botánico.
Los cítricos pertenecen a la familia de las rutáceas. Son
arbustos o arbolillos, de hojas siempre verdes, coriáceas y
lustrosas, con frutos en baya de piel gruesa y coriácea, de
color anaranjado o amarillo, con glándulas de esencias
aromáticas y pulpa con largas células llenas de jugo, son los
conocidos limones, pomelos, naranjas o mandarinas.
Son originarios del sur de Asia y fueron traídos a los países
mediterráneos por las expediciones de Alejandro Magno. Desde
entonces su cultivo se fue extendiendo por los territorios
cálidos libres de heladas intensas y actualmente se cultivan
intensivamente en países de clima suave, especialmente en la
región mediterránea, sur de los Estados Unidos de Norteamérica,
Brasil, Méjico, África del Sur y Australia. La selección
realizada sobre las especies silvestres ha logrado numerosas
variedades de todas ellas, cada una con características propias
de calidad y resistencia a las plagas o al ambiente.
La colección ocupa una superficie de unos 300 m2 y en ella se
han recogido las variedades más importantes de los cítricos
cultivados en Valencia, hay naranjos (Citrus sinensis),
pomelos (Citrus maxima), mandarinos (Citrus reticulata),
limoneros (Citrus limon) y también se han traído algunas
especies poco extendidas en nuestro territorio, pero también
comestibles y de excelente sabor, como las naranjas de la China
o kumquat (Fortunella margarita) que desarrolla un fruto
pequeño, ovado que se come una vez maduro sin pelar, uniendo el
sabor margo de la corteza al dulce de la pulpa.
De los naranjos, pomelos, mandarinos y limoneros se consumen los
frutos jugosos, todos ellos de sabor más o menos agrio y ricos
en ácido cítrico y gran cantidad de vitaminas, especialmente C,
refrescantes y saludables. Las naranjas amargas (Citrus
aurantium), de frutos no comestibles por ser
extraordinariamente amargos, son cultivadas como árboles
ornamentales, en calles y jardines, y para aprovechar sus
flores, corteza y hojas en medicina y perfumería.
Recientemente esta colección se ha visto considerablemente
incrementada con la aportación de más de 50 especies y
cultivares de distintas rutáceas que formaban parte de la
colección que el Instituto Valenciano de Investigaciones
Agrarias (IVIA) ha desarrollado durante la realización de sus
estudios de selección y mejora de cítricos. Estas variedades han
sido plantadas en grandes macetas de madera, al estilo de las
orangeries francesas, y dispuestas de forma ordenada en la
glorieta de Carlos Pau, en el centro del Jardín.
HUERTA
La huerta valenciana es un amplio territorio que se extiende
alrededor de la ciudad de Valencia y está regada por las
acequias que nacen del río Turia. Forma un típico y
característico paisaje, con campos de cultivo, alquerías y
pueblos diseminados. Sus límites se sitúan por el norte en Puçol,
al llegar a los naranjales del Morvedre, por el oeste en los
cerros terciarios de Montcada, Paterna y Torrent, por el sur en
Catarroja, en los límites de la Albufera, y el mar la limita por
el este.
Lo más significativo de la huerta es el paisaje que crean sus
cultivos, formando un tapiz multicolor, cambiante a lo largo del
año, en el que está presente una intensa y eficaz actividad
humana. El paisaje se rompe sólo por la presencia de alquerías o
barracas diseminadas y por algún chopo (Populus nigra),
almez (Celtis australis), olmo (Ulmus minor),
morera (Morus alba) o frutal aislado. El riego, elemento
fundamental en la huerta, tiene origen romano, fue modificado y
mejorado por los árabes, y se conservó después de la
Reconquista. Una compleja red de acequias y canales riega unas
13.000 hectáreas, que toman el agua del río Turia en las
acequias reales de Montcada, Tormos, Mestalla y Rascanya, por la
margen izquierda; y de Quart, Mislata, Favara y Na Rovella, por
la margen derecha.
Hasta el siglo XIX los cultivos de la huerta fueron mucho más
variados, había, además de hortalizas, cereales, cáñamo,
moreras, higueras, almendros y otros árboles frutales. La crisis
de la seda motivó la desaparición de las moreras, los cereales
aragoneses y castellanos sustituyeron a los cultivados en la
huerta y los frutales de secano se trasladaron al interior, todo
el terreno fue ganado para el cultivo de hortalizas.
Ocasionalmente se ha cultivado también tabaco, algodón y en
algunas zonas chufa o cacahuete. En la actualidad el crecimiento
urbano de Valencia y los pueblos adyacentes ha reducido la
extensión de la huerta y convertido los antiguos cultivos en
nuevos barrios residenciales.
La huerta está cultivada durante todo el año, su superficie está
permanentemente cubierta de plantas, generalmente de ciclo
corto, que se alternan a lo largo de las estaciones. Así durante
el invierno dominan las múltiples variedades de la col (Brassica
oleracea) tales como berzas, col lombarda, coles de
Bruselas, repollos, brécol, coliflor, etc., las habas (Vicia
faba), patatas (Solanum tuberosum), cebollas
tempranas (Allium cepa), ajos (Allium sativum) y
alcachofas (Cynara scolymus). En verano la huerta es
mucho más variada, hay maíz (Zea mays), tomates (Lycopersicon
lycopersicum), berenjenas (Solanum melongena),
pimientos (Capsicum annuum), cebollas, lechugas (Lactuca
sativa), judias verdes (Phaseolus vulgaris), garrofón
(Phaseolus lunatus), guisantes (Pisum sativum),
sandías (Citrullus lanatus), melones (Cucumis melo),
etc. De este modo, alternando cultivos de ciclo largo y corto, y
de estacionalidad más o menos marcada, se consiguen tres
cosechas al año.
Para acercar a los ciudadanos, especialmente a los niños, a este
ambiente, tan importante en la cultura y economía de Valencia, y
a los productos frecuentes en nuestra alimentación, pero
desconocidos en el campo, en el Jardín Botánico se mantiene una
pequeña huerta donde se cultivan las plantas de forma semejante
a como se hace en la huerta de Valencia. Los cultivos se van
alternando según las estaciones y las siembras, plantaciones,
abonados o recolección se hacen en el mismo momento y de la
misma manera que en la huerta.
Tomado de la
página web del Jardín Botánico
|
|
|