Hubo un tiempo en el que los jardines botánicos fueron sencillos
y recogidos huertos de simples, donde los catedráticos de Herbes
enseñaban las propiedades medicinales de las plantas. Durante
siglos en aquellos primitivos jardines botánicos sólo se
cultivaron plantas útiles para sanar enfermedades.
Al final del siglo XVIII la botánica cobró fuerza como
asignatura independiente, dejó, entonces, de preocuparse por las
propiedades de las plantas y se interesó por su clasificación.
Los jardines botánicos se reorientaron, las plantas medicinales
pasaron a un segundo plano y su lugar principal lo ocupó una
nueva colección, la Escuela Botánica, en la que se mostraba la
diversidad del mundo vegetal cuidadosamente ordenada.
La Escuela Botánica se convirtió así en una prolongación del
aula que se repite en todos los jardines universitarios de
Europa. En ella se disponen las plantas según un criterio de
parentesco y antigüedad, desde las primitivas a las más
evolucionadas. Allí se pueden completar las lecciones teóricas
de morfología, organografía, biogeografía, sistemática y
evolución.
Desde el traslado, a principios del siglo XIX, del Jardín
Botánico de la Universidad de Valencia al Huerto de Tramoyeres
se puso especial interés y cuidado en el desarrollo de la
Escuela Botánica. Ésta ocupó todo el espacio disponible, la
mitad sur del jardín actual, y se distribuyó en 16 cuadros de
plantación, separados por amplios pasillos y regados por las
acequias árabes del primitivo huerto, creando un trazado
simétrico que responde a los gustos clásicos de finales del
siglo XVIII. Son elementos fundamentales las cuatro acequias de
riego que la recorren de sur a norte y que se mantuvieron
funcionales para el riego a manta, característico de la huerta
valenciana, hasta la restauración de 1990. Actualmente son sólo
un elemento decorativo que recuerda los orígenes del Jardín.
Desde entonces la Escuela ha ocupado el mismo sitio y apenas ha
cambiado su estructura. Sólo la disposición de las plantas se ha
visto alterada, como consecuencia de su adecuación los cambios
producidos a lo largo de 200 años en los criterios de ordenación
de los vegetales. El método sexual de Linneo, con sus 24 clases,
sirvió de modelo para el planteamiento que hizo de ella Vicente
Alfonso Lorente hacia 1805. Así se mantuvo durante unos años,
pero bajo la dirección de José Pizcueta la Escuela se modernizó
y adoptó el sistema natural de Endlicher. Para ello, Pizcueta
estuvo asesorado por el botánico francés Felix Robillard formado
en el Jardin des Plantes de París. Esa disposición, actualmente
muy desfasada, se mantuvo en la Escuela Botánica hasta la
restauración de 1990, cuando se adoptó un criterio sistemático
más actual, el propuesto por Stebbins en su Flowering Plants.
Sin embargo, la aplicación del nuevo criterio no fue total ya
que fue imposible trasladar las grandes palmeras y el bambú
gigante de los primeros cuadros, que han seguido dedicados a las
monocotiledóneas (que en una ordenación más estricta deberían
aparecer al final). Tampoco las coníferas y las cicadáceas, que
ocupaban el cuadro 3, entre las monocotiledóneas y las
dicotiledóneas, pudieron reubicarse y quedaron allí, marcando el
cuadro dedicado a las gimnospermas, que debería estar situado al
principio de la Escuela.
Los pasillos principales están dedicados a cinco ilustres
botánicos valencianos, de distintas épocas y trayectorias
científicas, al principio de cada pasillo se pueden encontrar
sus nombres: Joan Plaça, Antonio José Cavanilles, Simón de Rojas
Clemente, José Pizcueta y José Borja. El repertorio se completa
con Carlos Pau, que da nombre a la glorieta situada en el centro
del Jardín.
El trazado interno de los cuadros es reciente, está inspirado en
el de la Escuela Botánica del Real Jardín Botánico de Madrid y
se realizó durante la última restauración para conseguir una
mayor superficie transitable, permitir el acceso al interior de
los cuadros y acercar a los visitantes a las plantas cultivadas.
A lo largo de toda la Escuela y enmarcando los cuadros se
encuentran diversos árboles de grandes proporciones que
constituyen un auténtico arboreto cuya disposición no sigue
ningún criterio sistemático. Su presencia en la Escuela se debe
a las necesidades de sombra que tenía el Jardín en sus orígenes.
Con el tiempo los árboles han alcanzado las proporciones que hoy
podemos ver, proyectando una densa sombra sobre toda la Escuela.
La falta de luz en el suelo impide el crecimiento de muchas
plantas y provoca el aspecto vacío de algunos cuadros.
A lo largo de sus 16 cuadros se puede observar la diversidad
actual de las plantas después de vivir más de 300 millones de
años sobre la superficie terrestre. En este tiempo los procesos
de extinción y formación de especies han sido muy intensos y
actualmente sobre la Tierra hay más de 250.000 especies
distintas, que aún siguen en constante evolución y de las que en
la Escuela Botánica del Jardín se muestra una variada
representación. El recorrido ordenado permite observar la
evolución de los vegetales y ver los cambios de las estructuras
florales, la reducción del tamaño de las flores y la aparición
de las inflorescencias, el paso de la polinización por el viento
(anemogamia) al uso de los insectos como transportadores del
polen (entomogamia), la reducción de la estructura vegetativa y
el tránsito de los grandes árboles a las hierbas.
En este espacio están representadas las principales familias de
gimnospermas y angiospermas, las plantas con semillas. Las
primeras son las más primitivas, no tienen flores verdaderas,
son polinizadas principalmente por el viento y no desarrollan
frutos, las semillas maduras quedan desnudas, los grupos más
conocidos son las coníferas y las cicadáceas. Por su parte, las
angiospermas derivaron de aquellas y presentan caracteres más
evolucionados, forman flores verdaderas, la polinización es
principalmente guiada por animales y desarrollan frutos
verdaderos que envuelven a las semillas maduras, la mayor parte
de las plantas terrestres forman parte de este grupo, desde las
magnolias hasta las orquídeas.
Repartidos por la Escuela Botánica hay diversos carteles que
informan sobre el origen, las características y utilidades de
las principales familias.
Los dos primeros cuadros están dedicados a las monocotiledóneas,
que en el sentido de Stebbins, hoy algo desfasado, formaría el
grupo más evolucionado de plantas. Se caracterizan por la
sencillez de sus estructuras, la mayoría tienen tallos
herbáceos, sólo algunas alcanzan porte arbóreo, no tienen
crecimiento en grosor y los tallos no se ramifican, por lo que
presentan una forma cilíndrica, las raíces son fasciculadas, las
hojas tienen nerviación paralela, las flores tres piezas en cada
verticilo, muchas veces con una sola envuelta en el perianto, y
la semilla desarrolla un sólo cotiledón. Se reconocen unas
52.500 especies agrupadas en unas 47 familias.
A las gimnospermas se dedica el cuadro 3. Son plantas de gran
porte, con caracteres muy primitivos, los escasos representantes
actuales son muestra de un grupo mucho más amplio que tuvo su
época de mayor esplendor durante el Mesozoico, hace entre 300 y
200 millones de años. Actualmente sólo quedan una 600 especies,
agrupadas en unas 15 familias.
Las dicotiledóneas se distribuyen ordenadamente desde el cuadro
4 al 16. Son, sin duda, el grupo de plantas más diverso que vive
actualmente en la Tierra, se conocen unas 198.000 especies
agrupadas en unas 250 familias. Se caracterizan por tener la
raíz pivotante, el tallo herbáceo o leñoso y, en este caso, con
crecimiento en grosor, muy ramificado, las hojas con nerviación
reticulada, las flores con verticilos de 4 ó 5 piezas y las
semillas con dos cotiledones.