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Frente al invernadero tropical se encuentran, formando un
conjunto armónico, los cuatro pequeños invernaderos de hierro y
vidrio construidos a finales del siglo XIX. Los cuatro presentan
características semejantes, se encuentran parcialmente
enterrados, tienen doble vertiente acristalada y arco apuntado.
Durante años sirvieron como estufas de propagación, en ellos se
realizaban las siembras y estaquillados para producir plantas
que luego se trasladaban a las colecciones del Jardín. La
restauración de 1990 sirvió para recuperarlos, ya que estaban
totalmente inservibles, dotarlos de modernos sistemas de
calefacción, humectación, riego y sombreado, y acondicionarlos
para el acceso del público. En cada uno de ellos se instaló una
colección de plantas, singular, atractiva y exótica (helechos,
orquídeas, bromeliáceas y plantas insectívoras), que no podía
mantenerse al aire libre.
Plantas insectívoras
El invernadero se mantiene a una temperatura que oscila entre
los 10 y 25 ºC, con una humedad relativa del 75-90% y un
sombreado del 50%.
Las plantas insectívoras, también llamadas carnívoras, viven en
hábitats muy pobres en nutrientes. Para poder sobrevivir han
desarrollado sistemas de captura y digestión de pequeños
animales de los que extraen los minerales, especialmente
nitrógeno, que no encuentran en el suelo. Las presas son, la
mayoría de las veces, insectos (mosquitos, hormigas, moscas,
avispas, etc.), pero otros invertebrados, e incluso pequeños
vertebrados, pueden caer también en sus trampas. Las plantas más
pequeñas (Utricularia) atrapan microorganismos, mientras
que las más grandes (Sarracenia y Nepenthes)
pueden capturar pequeños anfíbios, aves o mamíferos. En la
actualidad se conocen más de 500 especies distintas, que se
agrupan en 7 familias, todas ellas dicotiledóneas, que se
distribuyen por todo el mundo.
En el invernadero se reproduce una turbera artificial, uno de
los ambientes naturales propio de las plantas insectívoras, en
la que se muestra una representación de los grupos más
importantes cada uno con su característica forma de captura.
Las grasillas (Pinguicula) o rosolis (Drosera)
tienen sobre las hojas glándulas mucilaginosas que producen
sustancias pegajosas y aromáticas, los insectos son atraídos por
ellas, quedan pegados y son digeridos. Las sarracenias (Sarracenia)
y nepentes (Nepenthes) desarrollan hojas con forma de
urna, en cuyo interior las plantas vierten líquidos que atraen a
los animales hasta la trampa, una vez dentro no pueden salir,
mueren ahogados y son asimilados. Las atrapamoscas (Dionaea
muscipula) son muy espectaculares porque pliegan rápidamente
sus hojas atrapando a los insectos posados sobre ellas.
En la península Ibérica también viven plantas insectívoras como
los rosolis, que habitan en turberas y brezales, principalmente
del norte peninsular, las grasillas, propias de roquedos calizos
rezumantes o prados encharcados de montaña, las utricularias,
plantas de aguas limpias y tranquilas donde viven parcialmente
sumergidas, y Drosophyllum lusitanicum, de lugares secos
del SO peninsular, con suelos descarnados muy pobres en
nutrientes.
Helechos
Este invernadero se mantiene a una temperatura que oscila entre
los 10 y 25 ºC, con una humedad relativa del 85-95% y un
sombreado del 70%.
Los helechos son las primeras plantas vasculares que colonizaron
el medio terrestre. Aparecieron en el Devónico, hace
aproximadamente 400 millones de años, y llegaron a cubrir
extensas áreas formando bosques de especies arborescentes. Más
tarde, el clima cada vez más árido provocó su declive y les
obligó a refugiarse en los lugares más umbríos y húmedos de la
tierra. En la actualidad hay unas 11.000 especies distribuidas
por todo el mundo, aunque es en los bosques tropicales donde
presentan mayor diversidad.
Los helechos, a diferencia de algas y musgos, tienen un sistema
de haces conductores que distribuye por toda la planta los
líquidos, minerales y nutrientes que necesitan para vivir, de
este modo pudieron separarse del medio acuático e iniciar la
colonización de la tierra. Poseen raíces, tallo, aéreo o
subterráneo, y hojas (frondes), que durante su desarrollo se
presentan enrolladas en forma de báculo, y cubiertas de fina
epidermis, que difícilmente la protege contra desecación en
condiciones de sequedad o insolación elevadas.
La reproducción de los helechos, como la de las algas y los
musgos, está totalmente ligada al medio acuático y sigue un
ciclo en el que alternan dos generaciones independientes. Las
esporas se desarrollan en los esporangios formados en el envés
de las hojas.
El invernadero está ambientado como un sotobosque umbrío
reproduciendo el ambiente natural de muchos helechos. En él
conviven diversas especies exóticas terrestres (Cyrtomiun
falcatum, Nephrolepis bostoniensis), plantadas entre ellas
se encuentran algunas selaginelas (Selaginella) grupo de
plantas muy relacionado con los helechos, con hojas pequeñas y
ramificación dicotómica, muy parecidas también a los musgos. Hay
helechos arborescentes (Dicksonia antarctica, Blechnum
brasiliense o Asplenium nidus), flotantes (Azolla
filiculoides y Salvinia natans) y epífitos (Davallia
canariensis, Platycerium bifurcatum). Hay también una
pequeña representación de los helechos autóctonos del territorio
valenciano con Pteris vittata, Polypodium australe, Asplenium
onopteris, Adiantum capillus-veneris, etc.
Orquídeas
Este invernadero se mantiene a una temperatura que oscila entre
15 y 25 ºC, con un sombreado del 65% y una humedad relativa del
65-80%.
Las orquídeas son, sin duda, el grupo de plantas que más ha
llamado la atención del hombre. Quizá por su exotismo, quizá por
su nivel de evolución, quizá por sus adaptaciones a muy diversos
ambiente o por las modificaciones que presentan sus flores para
atraer a los polinizadores, también el hombre ha resultado
atraído por ellas.
Forman una familia natural, la mayor del reino vegetal, en la
que se agrupan unas 25.000 especies. Se distribuyen por todo el
mundo, aunque en los ambientes tropicales-húmedos es donde
alcanzan la mayor diversidad. Allí, en su lucha por la luz,
muchas especies de orquídeas se han convertido en plantas
epífitas, esto es, que viven separadas del suelo, sobre otras
plantas de gran tamaño sin causarles ningún daño y sólo para
poder acercarse a la luz. Las orquídeas epífitas desarrollan en
muchos casos unas largas y gruesas raíces aéreas esponjosas que
les sirven para fijarse al soporte y para tomar del aire el agua
y los nutrientes contenidos en él. Al no estar arraigadas en el
suelo, la disponibilidad de agua es escasa, por lo que
desarrollan caracteres xeromórficos, tienen gruesas hojas
capaces de almacenar agua, cubiertas de gruesas epidermis y
cutículas muy desarrolladas. Son capaces de aprovechar al máximo
la luz difusa y, con frecuencia, toda la planta es verde,
incluso las raíces. Existen también algunas especies saprófitas
y parásitas. En las zonas templadas y frías las orquídeas viven
arraigadas en el suelo y desarrollan gruesos rizomas o
tubérculos subterráneos. En estos casos las plantas pierden su
parte aérea durante la estación fría o seca, después de haber
florecido y acumulado reservas durante el período favorable.
Su polinización está muy especializada y se ha desarrollado una
estrecha relación entre los animales polinizadores y las
plantas. Hay casos en los que una determinada especie animal
poliniza, en exclusiva, a una determinada especie de orquídea,
por lo que la desaparición del polinizador provoca la extinción
de la planta. Para alcanzar este nivel de efectividad, las
orquídeas han desarrollado flores muy especializadas, atractivas
y variadas, más espectaculares en las especies tropicales, pero
también muy curiosas en las de zonas templadas.
En el invernadero se cultivan diversas especies de orquídeas
tropicales, en su mayoría epífitas, aunque el espacio disponible
obliga a disponer las plantas con las raíces enterradas, para lo
que se utiliza un sustrato muy ligero y de fácil drenaje. La
mayoría son híbridos o cultivares artificiales, seleccionados
para conseguir plantas con flores más grandes y vistosas que las
especies naturales. Entre los géneros cultivados hay algunos muy
atractivos y de gran interés ornamental como Cattleya, Vanda,
Phalaenopis, Cymbidium y Dendrobium. También hay
ejemplos de orquídeas tropicales terrestres como los
Paphiopedilum.
La floración de las orquídeas se concentra entre los meses de
octubre y abril, cuando la luz y la temperatura no son demasiado
elevadas. Durante este tiempo puede verse el invernadero en todo
su esplendor con los colores, las formas y los aromas de las
flores expuestos a los sorprendidos ojos del visitante.
Bromeliáceas
El invernadero se mantiene a una temperatura que oscila entre
los 10 y 25 ºC, con un sombreado del 50% y una humedad relativa
entre el 45 y el 55%.
Las bromeliáceas forman una familia que agrupa unas 2.000
especies, naturales de la zona tropical cálido-templada del
centro y sur del continente americano, donde ocupan hábitats muy
variados desde las pluvisilvas o los desiertos. Sólo una especie
(Pitcairnia feliciana) vive en el oeste de África.
Son plantas herbáceas de aspecto muy variable, muchas de ellas
epífitas y adaptadas a la aridez, con una roseta basal de hojas
rígidas, espinosas, de gruesas cutículas, brillantes o glaucas,
para reflejar el sol y disminuir la transpiración, con
frecuencia imbricadas, formando una cavidad central donde
retienen el agua de lluvia. Desde el centro de la roseta surge
una inflorescencia muy llamativa, muchas veces rodeada de
brácteas de vivos colores, que atraen a los polinizadores a los
que recompensan con abundante néctar.
La piña tropical (Ananas comosus) es la bromeliácea más
conocida y de mayor interés económico. Desarrolla una gruesa
infructescencia carnosa comestible, la piña tropical, cuyo
consumo está ampliamente difundido en todo el mundo y es una
magnífica fuente de vitaminas A y B. Otras bromeliáceas son
cultivados por el carácter ornamental de sus hojas y sus
llamativas inflorescencias, y diariamente se encuentran nuevas
variedades artificiales cada vez más vistosas.
En el invernadero se pueden ver las características bromeliáceas
epífitas, las más comerciales, representadas por los géneros
Aechmea, Bromelia, Vriesea y Nidularium, con la
típica roseta de hojas imbricadas, que forma un cuenco donde se
recoge el agua y del que emerge la inflorescencia vivamente
coloreada. También, sobre un tronco caído, hay algunas especies
del género Tillandsia, sin raíces y con los tallos y las hojas
reducidos al máximo y cubiertos por unos pelos escamosos,
plateados con los que absorben los nutrientes y el agua del
aire. Llama la atención el musgo español (Tillandsia
usneoides), una de las especies más conocida, que vive
colgando de los árboles, en las zonas pantanosas de Virginia, y
de los cactus, en los desiertos de Perú y Chile. Por último, dos
ejemplos de bromeliáceas terrícolas naturales, de los desiertos
centroamericanos, son la Puya berteroniana y Dyckia
brevifolia, ambas con hojas gruesas, duras y espinosas, y
con grandes inflorescencias especializadas en la polinización
por aves, a las que ofrecen néctar en el fondo de sus largas
flores.
Tomado de la
página web del Jardín Botánico |
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